lunes, 10 de marzo de 2014

La objetividad periodística: saber dar en el blanco - Capítulo 1: El sustento de la objetividad

El sustento de la objetividad

Aunque sea difícil conocer la verdad, no se niega la posibilidad de que el hombre pueda llegar a ella. Pues "la persona humana se caracteriza por su peculiar apertura a la belleza a la verdad y al bien. Por eso una de las posibles definiciones que se puede dar del hombre es la del ser que busca la verdad.

Naturalmente el ser humano busca la verdad, pues eso le permite sentirse seguro de que aquello que conoce está fundamentado en la realidad y, por tanto, representa tanto el bien propio como el de los demás. Esta búsqueda se convierte en un proyecto de cada persona y, por tanto, es el verdadero norte al que todos deben aspirar.

Como ya se dijo alcanzar la verdad es necesario tener un espíritu crítico para tener una mentalidad que nos ayude a profundizar y pasar por encima de opiniones consolidadas pero incorrectas o de ambientes de opinión que critican los hechos, personas o instituciones sin fundamentar sus afirmaciones.

¿Qué es la verdad?

No se puede considerar la verdad como un hecho aislado sino que se relaciona con un sujeto capaz de conocer. Este proceso consiste en una adecuación entre lo que está fuera del sujeto conocedor, es decir la realidad objetiva, y lo que está dentro, sus pensamientos o juicios.

Toda la realidad es objeto de conocimiento humano, es decir que puede ser aprehendida por él, ya sea de forma directa o indirecta. Por eso es en el proceso de conocimiento cuando la persona capta la esencia de una cosa real, la aprehende en su interior para allí fijarla, conservarla y luego poder reflexionar sobre ella y comunicarla a otros. Se habla de verdad cuando nuestro conocimiento coincide con lo que las cosas realmente son.

En la verdad el sujeto actúa como el quién el que conoce; y la cosa (objeto o realidad) es el qué, lo que se conoce.

Información y verdad

¿Está la información periodística interesada por la verdad? Parece que sí, ese es su ideal. Si se ha considerado a los comunicadores sociales como mediadores entre la realidad y el público, lo más lógico es que las noticias a difundir contengan la verdad, que estén fundamentadas en algo real y existente. La estrecha relación entre en información y verdad ha sido denominada por algunos autores como verdad informática.

“Admitiendo que es posible conocer la verdad y por tanto, la realidad de un objeto (que en nuestro caso se puede referir a un suceso, dato hecho o saber), también admitimos que la causa material de la información es la verdad sustancial de un saber, suceso, dato o hecho. ¿Por qué es así, por qué la verdad es la causa material de la información? Lo es porque el contenido mismo de la información no puede ser otro que la verdad referida a una realidad sobre la que se informa.”[1]

“El responsable de la comunicación no puede escudarse en lo que suele llamarse la imposible objetividad. Si es difícil imaginarse una objetividad completa y total, no lo es la lucha por dar con la verdad, la decisión de proponer la verdad, la actitud de ser incorruptibles ante la verdad. Con la sola guía de una recta conciencia ética y sin claudicaciones por motivos de falso prestigio de interés personal, político o de un grupo.[2]

“Un comunicador es aquel que –dedicándose al periodismo, a escribir anuncios o guiones para e cine, novelas históricas o discursos de propaganda- es habitual conocedor de verdades palmarias y evidentes que circulan ante sus avezados ojos, pero ha de estar solo preocupado por mejorar las técnicas para hacerlas llegar a otros, de forma rápida y eficaz”[3] En esto se debe fundamentar la razón en buscar el perfeccionamiento de la técnica y de la moral para tender un puente entre la realidad y el público.

Estados de la mente ante la verdad

En la búsqueda de la verdad, el hombre experimenta diferentes grados de seguridad sobre el conocimiento que tiene de aquello que le rodea; en algunos casos está mas seguro que otros. A esos grados de seguridad sobre nuestro conocimiento los llamamos estados de la mente ante la verdad. Es decir, ante las distintas realidades, la mente no se encuentra de la misma manera. De ahí que se afirme que en la medida que el hombre se acerque mas al objeto su conocimiento se hace mas objetivo y llega a la verdad. También sucede lo mismo de manera inversa. Estos estados son: certeza, duda, opinión, fe y error.

La certeza:

“La certeza es el estado de la mente que se adhiere firmemente y sin ningún temor a una verdad”[4] De esta definición podemos decir primeramente que la certeza es algo subjetivo, por ende está en el entendimiento de la persona que juzga sin temor a equivocarse.

Debemos aclarar que la certeza no es lo mismo que la verdad. El sujeto no puede modificar la verdad, solo le está permitido alcanzarla, por lo que la certeza es un estado subjetivo, mientras que la verdad se encuentra en esa adecuación entre lo subjetivo y lo objetivo. La verdad es la causa de la certeza y no al contrario.

La opinión:

En la labor periodística, la certeza tiene un grado de importancia, pues de ella depende la publicación de una información verdadera, sin embargo, se ha tratado de mezclar y confundir con la opinión. En muchas ocasiones la opinión de una fuente es considerada como verdad; y por tanto, se puede incurrir en el error de pensar que todo aquello que revele la fuente de la información es considerado como cierto y por tanto publicable. Lo cual colocaría a la opinión cono causa de la certeza.
Cuando al sujeto se le presentan dos o más alternativas sobre un hecho, s entendimiento tiene mayor tendencia a una de ellas, al adherirse a alguna de las partes, está manifestando su opinión frente a la verdad.

La duda:

“Es el estado de a mente en el que el intelecto fluctúa entre la afirmación y la negación de una determinada proposición, sin inclinarse más a un extremo que al otro”  En estado, el intelecto oscila entre algo afirmativo o falso, sin adherirse a alguno de estos lados, como ocurre en la opinión.

En la profesión periodística, la duda es un obstáculo para la publicación de información si no se tiene seguridad de algo. Por eso no se puede considerar la difusión de dudas o rumores como información, ya que se siembra una inquietud en la sociedad sin darle evidencia de algo.

La fe:

“Cuando la voluntad mueve al entendimiento a asentir con certeza, sin miedo a que sea verdad la opinión contraria, basándose en el testimonio y la autoridad de otro” se habla de la fe.

La fe es un tipo de certeza que “se basa en la autoridad del testigo, manifestada por la evidencia de la credibilidad”, es decir que se confía en lo que el otro afirma, sin temor a equivocarse.

El error:

“Alguien puede estar convencido que juzga rectamente bien, y sin embargo puede equivocarse, estar en un error, y por consiguiente, no tener conocimiento cierto y exacto.

Consiste en hacer un juicio faso acerca de algo que se ignora. O cuando afirmamos lo falso como verdadero.

Posturas epistemológicas: objetivismo y subjetivismo

Objetivismo e influencia positivista:

El nacimiento del periodismo moderno estuvo marcado fundamentalmente en el querer separar los hechos de las opiniones. Esta separación hace que se le de prioridad al objeto por encima del sujeto.

El llamado positivismo cierra por completo todo aquello que es referente a lo subjetivo, es decir, hay una exclusión del sujeto mismo: su pensamiento, juicios, valores; por lo que los hechos sensibles son los únicos admisibles como verdad. Esta es una concepción errada que se aplica al periodismo.

Y ¿qué es positivismo? Esta es una corriente de pensamiento –propuesta por Augusto Comte y desarrollada por algunos exponentes del siglo XX- que consiste en atenerse tan solo a los “hechos” y considerar como tales solo a los captados por los sentidos y capaces de ser sometidos a una verificación cuantitativa. Es decir lo que “vale” es aquello que solo puede ser aprobado por un método. Las expresiones del hombre, y aquí entra el periodismo objetivista, no son más que una pérdida de tiempo.

Vigente subjetivismo:

Esta corriente es entendida como la supremacía de lo opinable como verdad, por lo que toda la afirmación tiene el valor de una opinión. En este sentido, las ideas que provengan de cualquier persona, tienen en mismo peso.

Pero la razón va mas al fondo. Los postulados relativistas y escepticistas han planteado que, como la realidad es tan compleja y el hombre es tan limitado de conocerla, la verdad no existe sino que está en cada persona.  Estas ideas ponen en entredicho: primero, la capacidad que tiene el hombre de conocer; y segundo, el que la realidad se construye a través de lo que cada quien cree saber.

El escepticismo es considerado como aquella postura donde se niega que se pueda conocer la verdad, por lo tanto, lo que sea verdad no importa pues son simples percepciones. Asimismo, el relativismo es una modalidad del escepticismo que se aplica sobre todo a las verdades prácticas y éticas.

Vuelta al realismo centrado de la persona

Para poder contrarrestar estos dos extremos en el modo de cómo se conoce la verdad, solo una idea puede recuperar el verdadero sentido del periodismo. Es decir, proponer como camino de “salvación” una vuelta al realismo, el cual debe estar centrado en la persona humana: en su libertad, individualidad y dignidad.

Por eso es necesario reconocer sin titubeos que el conocimiento humano puede adecuarse a la realidad aunque sea de forma limitada. “No se debe negar la evidencia de que el hombre tiene posibilidad de aprehender la realidad, aunque de modo imperfecto, por una deformación extremada del concepto de verdad, que no responde a la capacidad cognoscitiva del ser humano.

“Si el origen de la verdad es la misma realidad, para avanzar en el conocimiento debemos esforzarnos en captar mejor la realidad de las cosas y no simplemente estar informados de lo que opinan unos y otros, pues la opinión de los hombres (ni los hechos puros) no es fuente clara de la verdad.




[1] Luka Brajnovik, El ámbito científico … op. cit., pág 72-73
[2] Juan Pablo II, Citado por Carmela Aspillaga, op. cit., pág. 96
[3] Juan José García Noblejas, op. cit., pág 80
[4] Alejandro Llano, Gnoseología. EUNSA. Pamplona. 1984, pág. 50

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